CDMX.- Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur, integrantes de Illya Kuryaki & The Valderramas, crecieron en un ámbito distinto al de otros chicos porque estaban ligados al arte. Mientras que el padre del primero, Luis Alberto Spinetta, fue considerado pilar del rock argentino, el del segundo, Eduardo Martí, es fotógrafo.
“Fuimos educados para no bajar los brazos. A nuestros padres siempre los vimos trabajando para mantenernos y había momentos que teníamos todo: autos, casas lindas y colegios privados, pero otros donde no, vivíamos en un departamento con colchones al piso, íbamos al colegio estatal y comíamos omelette todos los días”, argumentó Dante Spinetta.
Lo que sigue en su sangre como mayor influencia es el compromiso, esa forma “chamánica” de transportar a su público siempre con el espíritu en alto y el amor como bandera. “Por eso crecimos sanamente y supimos cómo manejarnos en un ambiente muy hostil donde hay mucho exceso y mucha gente que no valora el don de hacer música, ya de chiquitos teníamos la calle suficiente para decidir qué sí y qué no”.
Tras años en la música juntos tomaron sus caminos en solitario y una década después volvieron a reunirse para un disco del cual no sabían lo que pasaría después. Más acoplados, se animaron a producir solos como en los 90 su nuevo álbum L.H.O.N. (La Humanidad o Nosotros), hecho en cinta abierta sin manipulación digital y en el que grabaron cuerdas con la Filarmónica de Praga e invitaron a Natalia Lafourcade y Miguel.
“No teníamos contrato porque se había vencido con el reciente disco en vivo, seguimos por las ganas. En algún momento seremos solistas de nuevo, pero hay Illya Kuryaki para rato. Hay que dejar el ego de lado y generar cosas entre dos; el ejercicio de aceptación de las ideas propias y las del otro conlleva a hacer todo por amor.
“Muchos discos salen de una manera plástica, no cuentan nada. Queremos recuperar las ganas de hacer música por el arte y la vida, no por el dinero. Esa carrera de todo el mundo en busca del dinero nos está llevando a la perdición; hay que parar un poco y conectarse con otras cosas porque no es lo material lo único que importa”, expresó el argentino.
De paso se mostró contento por la colaboración en los arreglos de viento de Michael B. Nelson, quien trabajó junto a Prince, a quien considera un maestro que les mostró grandeza.
“Es mi músico favorito junto lo que hizo mi padre, el único ídolo vivo que tengo es Stevie Wonder. Prince fue quien más nos influyó, es el maestro del funk. Con cada disco emprendió un viaje, cómo salía vestido y en vivo era el mejor; tocaba doce instrumentos a la perfección y era un animal, no hay otro igual. Es algo que uno da por sentado, crecí toda la vida escuchándolo y ahora que no está te das cuenta que se fue la máquina más grande de todas”.
Sus temas son vistos desde el punto de vista de la fe, que para unos puede ser Jesús, para otros Alá, Buda o la vida misma, el amor o la familia.
“Estamos cometiendo errores increíbles y lo tomamos espiritualmente porque el mundo es el lugar con refugiados con niños en brazos, donde matan gente por dinero y hay abuso”.
Así apuestan por generar preguntas sobre el comportamiento social y pasar de la reflexión a la diversión. “Quisimos dejar un poco de lado la ironía capaz porque también nos llegó cierta madurez. Para hablar de los políticos y la corrupción, tendríamos que hacer un disco séxtuple”, dijo.
En la portada aparecen de espaldas frente a una ventana. “Todos aspiramos a saltar, a algo mejor. A veces uno es prisionero de su vida o una forma de pensar. Somos políteistas y creemos en buscar la libertad cuando hay gente presa por un trabajo que los consume. La música en mi genera libertad, una de sus cualidades”.