“Sugardaddy”
Emilio Navarrete es un papi de azúcar. Lo es desde hace quince años. Optó serlo luego de quedar viudo, tener una buena posición económica y aunque no muy atractivo, sí una verborrea digna de admirase. Ha tenido en su haber 6 jovencitas, tres menores de edad y el resto de entre 19 y 22 que optaron por recibir favores de ese mecenas que lo único que pedía a cambio era compañía y mucho sexo.
Cumplidos los cincuenta años y domesticado el luto colocó las cenizas de su mujer en un nicho especial en el templo principal del templo. Auxiliado por las redes sociales no le costó nada dar con estudiantes foráneos buscando un apoyo para solventar gastos y gustos.
Ser sugardaddy es un lujo que muy pocos pueden darse. La parte principal para llevar ese título sin lugar a dudas es tener una buena cuenta bancaria o en el peor de los casos, ser casado, muy astuto y poder entretener a una mujer con la que ha procreado hijos y a otra que por libertina será como un pirinola sin ganas de detener su ritmo.
En la actualidad existen muchos seudosugardaddy que fingen tener todo y que a la postre sólo ofrecen migajas de tiempo, harta hambruna y un sexo que por mediocre, termina siendo el causante de los rompimientos.
En contra posición existen las sugarmom, pero no son tan difundidas como los daddy. En ambos casos son personas mayores que aprovechando su buena posición financiera enganchan a jovencitas para que a cambio de patrocinarles escuela, ropa y otros lujos, éstos piden a cambio favores, en su gran mayoría sexuales.
No hace mucho Becky G cantaba a voz en cuello “A mí me gustan mayores”, una canción lo bastante grotesca y al tiempo pegajosa. Externaba abiertamente su atracción por hombres de gustos refinados y dados a comportamientos a la antigua. De un modo u otro dicho éxito musical incitaba o justificaba este tipo de relaciones un tanto desvalanceadas.
Son muchos los que opinan que los tiempos han cambiado, sin embargo, la realidad es que sólo han cambiado los términos. Las sugarbaby, antojo de los hombres mayores no son mas que las cortesanas del siglo XVIII. Algo así como las descritas en las novelas de época como Amistades peligrosas o toda esa extensa obra del Marqués de Sade.
Se pretende que dentro de la modernidad veamos al sugardaddy como algo normal, cuando en realidad es un hombre que en muchos de los casos, son hombres corrompiendo, violentando o aprovechándose de la vulnerabilidad de jovencitas.
Ingrid Escamilla es un claro ejemplo de ese tipo de relaciones en las que la edad y los sueños no van de la mano. Mientras que ella sólo intentaba ser feliz con un hombre mucho mayor que ella, Erik Francisco vivía atormentado pensando en que la chica le era infiel. Ella de veinticinco y él de cuarenta y tantos, una relación destinada a la tragedia desde el momento en el que ese sugardaddy, ingeniero venido a menos, había comenzado a violentar física y verbalmente a una jovencita que ya no sólo había decidido hacerle compañía, sino vivir con él.
Ver las imágenes de Ingrid enteramente descarnada han perturbado a todo México.Cuán sabio se debe de ser a la hora de optar por formar parte de un dúo en el que a todas vistas se lleva la de perder.
Existen testimoniales por miles de jóvenes ya profesionales e integradas al flujo laboral que en alguna ocasión llegaron a entablar una relación sugar para obtener ciertos propósitos. Es una moneda al aire que una gran proporción las deja en mucha desventaja. Muchos de los feminicidios perpetrados en el mundo vienen de relaciones de este tipo, relaciones a todas luces cómodas pero que tren bajo el brazo el abuso y la violencia.
Emilio Navarrete tiene 59 años y sigue siendo un papi de azúcar. Actualmente lo visita una chica de Colima que estudia una carrera de metalurgia en Coahuila. No es menor de edad, pero ambos satisfacen sus carencias, ella siendo una dulce cortesana o sugarbaby y él todo un sugardaddy, absurdos términos de perdición que tanto complacen a los humanos de hoy, adieu.
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