“¿Y qué de los niños?”

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En medio de este terrible fuego cruzado de vanidad y orgullo que tiene apretujado del cuello a la humanidad, muy pocos se preguntan ¿qué de los niños?. Hoy ya no sólo es la hambruna, el secuestro, la guerra o la prostitución lo que azota a la infancia. Hoy la familia se ha convertido en su peor enemigo.

De tan altos que somos nunca miramos abajo; de tan altivos y altaneros que somos, miramos a los demás sobre el hombro creyendo que por nuestra preparación secular o posición económica lo merecemos todo. Es raro aquel que de un modo retrospectivo analiza su existencia aparcándose en ese tiempo de la infancia en la que si bien existían los desafíos propios de la edad, las cosas que tenían que ver con la sociedad y la suciedad de los que entonces eran nuestros mayores, estaba muy lejos de tomarlo en cuenta.

En definitiva, la infancia es un tiempo encapsulado en el que la felicidad parece gobernarlo todo. Si se vivía en una clase social media baja, la carencia de alimentos o vestuario no era algo que nos quitara la paz.Se vivía con lo que había y se crecía obteniendo los conocimientos necesarios para convertirse en el devenir de los tiempos en una persona que no fuera una carga para la sociedad.

El maltrato infantil, lo mismo que el abuso animal y la destrucción natural son ejecutadas por el más fuerte, por el que por un lado tiene fuerza física o fuerza política. La imposibilidad de que un infante pueda defenderse de las malas intenciones de un adulto, o el que un árbol sea talado, una mujer violentada o un gorila mancillado,viene del hombre y de su horrible espíritu de destrucción.

Empezamos el 2020 con un mes lo bastante escalofriante. Nos reventó el corazón el suceso, lo bastante cruel, de que dos niños, de dos poblaciones distintas del estado de San Luís Potosí, habían estado encadenados por un período lo bastante largo de tiempo. Mientras uno de ellos lloró al sentirse liberado, otro, que fue encontrado deambulando por entre las milpas, reveló con tranquilidad que la sicóloga había ordenado que fuera encadenado. Obviamente las autoridades ya buscan a conciencia a esa profesional que creyó loable un método tan arcaico para sanar el comportamiento, cualquiera que este sea, del muchacho.

Morelia Michoacán igualmente se vistió de dolor al evidenciarse un cruel abuso y posterior asesinato de una pequeña a manos de su madre. Un ramillete, no de flores, sino de cuchilladas, privaron la vida de una pequeña de ocho años en esa entidad.

Entre las muchas filosofías que eremitas y personajes de la vida espiritual han revelado, y que tienen qué ver con los niños, existe una, la expresada por un profeta llamado Jesús durante el tiempo que anduvo proselitando en Galilea y otras regiones. “Dejad que los niños se acerquen a mí porque de ellos es el reino de los cielos”, dijo. Ante esta aseveración tan inteligentemente expuesta, sabemos que únicamente volviéndonos como niños es como podemos salir de este horrible atolladero de inmundicia moral, social y económica por la que cruzamos. No hablamos claro está de reducirnos de tamaño o edad. Se habla justamente de un cambio de actitud. Dejar las armas y volver a la reconciliación.

La vida del planeta es larga. Lo que acarrea la guerra es aniquilación, pobreza, muerte y un clamor que bien podría llegar a los cielos. El auto exterminio es algo que salta ala vista. Antes de la llegada de cualquier contienda bélica bien podríamos decir que desde que dejamos de tener alma de niño, comenzamos a talar arboles, secar los ríos, hacernos a la tarea de eliminar especiesanimales y en el peor de los casos, exterminarnos a nosotros mismos.

Miremos quietamente al horizonte y preguntémonos lo que se dijo al inicio, ¿qué de los niños? ¿qué harán los pequeños en un planeta devastado?Dejémonos de tomarnos del cuello como naciones, dejémonos de agredirnos en el semáforo, en el futbol. Hagamos de lado la crítica maliciosa.Dejemos de pensar sólo en nosotros y empecemos a crear o rehabilitar este espacio que únicamente será para nuestros hijo.  Abramos horizontes y compartamos todo esto que todavía tiene abundancia. Adieu.

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